Rebajas de Navidad

Se apagan las luces de la Navidad, ya no brillan las bolas del abeto ni el serrín se mezcla con el musgo sobre una alfombra de ilusión para los más pequeños.
No tienen ya esas ramas de la Encarnación la luz en los brazos de ungigante, ni miran a un gran árbol de bombillas de color que a todos nos asombró con ese mágico fondo en el que se han convertido las Setas.
Ya no suena el eco de unos amigos cofrades, ni se canta por bulerías con mi gente de Capuchinos. Parece que después de estas fechas, las casas sean más pobres, más tristes. Como si nos hubieran quitado algo que queremos y que no nos pertenece. Y guardamos  el árbol y el pesebre, el espumillón y las luces que tanto nos acompañaron y cuyo reflejo nunca nos importó en el televisor.
Y guardamos  los recuerdos de una mañana de Reyes, de la satisfacción más grande que siente un padre al ver la cara de su hijo abriendo sus regalos. Entiendes que te haces mayor conforme tu montón de regalos cada vez es más pequeño en comparación con el de tu hijo y te importa tan poco un regalo más, que te lo quitas de ti para poder hacer feliz al verdadero protagonista de esta fiesta, un niño. 
El humo de las castañas se irá con el frío, y con él, el abrigo y la noche; vendrán las lluvias despertando antes de tiempo al azahar y en la más santa de las semanas ya nadie se acordará de la mula y el buey.
Se apagan las luces de la Navidad, y muchos quedan a oscuras porque hay un corazón solidario que se olvida de seguir iluminando la esperanza y la necesidad de muchas personas, miles, en esta ciudad. Si todos, mantuviéramos el espíritu navideño durante el año, si cada uno ayudara, a su forma y en su medida a gente cercana, este mundo sería una maravilla, una suerte de cadena de favores, un espíritu solidarioen movimiento porque sí, no porque fuera diciembre.
A veces me avergüenzo de no pertenecer a una especie con valores perennes. Con un claro compromiso de que mientas nos roban los de siempre vayamos nosotros a hacer, no su trabajo, sino lo que debemos hacer: ayudar a personas mayores, familias, niños, , parados, enfermos, presos, vagabundos, padres de familia que salen cada mañana a la calle a buscar algo, porque en su casa no hay nada. Y no hay grito más espantoso para un  padre, que el llanto de su hijo hambriento. No hacen falta luces para alumbrar la esperanza y llenar el estómago de una criatura sino intenciones y buenas maneras.
-NO te lo gastes en drogas, le dijo la anciana a un hombre que pedía por los Remedios, que mira que ojos tienes muchacho.
-Señora, los ojos que tengo son de la pena y el insomnio por no poder dar de comer a mis hijos.
Que no se apague la luz del candil solidario que igual da luz en un pesebre como en el corazón de las personas en Navidad. Y que nunca más una estrella se apague en el corazón de un niño en ese día en el que los deseos se hacen realidad
El humo de las castañas se irá con el frío, y con él, el abrigo y la noche; vendrán las lluvias despertando antes de tiempo al azahar y en la más santa de las semanas ya nadie se acordará de la mula y el buey.

Rebajas del corazón

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Santos Garrido

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